Sexta muestra de historia corta
DESESPERACIÓN Y PASIÓN
Un relato corto de drfleming1155, o dreddiefleming, o etc.
La lluvia transformó las partes no asfaltadas del parque en un pastizal de hierba mojada y suelo fangoso. Me senté en un banco de rejas metálico, y sentí una fría y húmeda molestia en mi trasero. Mostré una mueca desganada a la brisa norteña, cogí un periódico del día anterior de la papelera que tenía al lado y lo posé sobre mi asiento, tras lo cual me volví a sentar. No había abierto mi paraguas azul en todo el trayecto, pero lo hice en ese momento. Lo hice para que esos momentos reflexivos no tuvieran como consecuencia un constipado. Cosas de mi hipocondría, o tal vez de sentido común. Ese supuesto sentido me faltó, unos momentos antes de ir al parque... Y esa falta hizo que estuviera en ese parque... Después de dos años. Supongo que buscaba lo que en un principio encontré en ese sitio. Pensando en ello, observaba cómo a pesar del artilugio que llevaba en una mano, parte de mi gruesa chaqueta se mojaba en pequeña medida. Gotitas que provocaban pequeñas manchitas oscuras en mi recubrimiento de color beige. Cada vez veía más manchas. Y cada vez pensaba más en lo que fui haciendo esos dos años. Estaba llorando en silencio cuando me di cuenta de que estaba más mojado que seco. Bajé un poco el paraguas. El paraguas que era suyo. Me lo dio poco después de conocernos. Dijo que no le hacía falta, porque ella tenía chubasquero y yo no. Esos pensamientos me proporcionaban calidez en un ambiente tan frío. Pero me destemplé, ya que por culpa de mi DESESPERACIÓN probablemente no vuelvan a haber paseos con chubasquero amarillo y con paraguas azul.
Al ponerme a pensar realmente en qué iba servirme el estar cavilando en ese solitario lugar, no llegué a ninguna conclusión clara. Cosa no muy extraña, ya que durante los meses anteriores mis propias ideas y sentimientos estaban entremezclados. No sabía qué iba a pasar con ella... En ningún sentido. Miré la hora en mi reloj de pulsera. El tiempo me pareció una presión agobiante en ese momento. Pero cuando estaba con ella, mirnado sus fotografías de paisajes, de personas, de objetos... El tiempo era un agradable compañero de travesía. Ver qué lento se nos pasaba el tiempo era algo que nos halagaba... Al menos a mí. En el halo de melancolía en el que me encontraba se proyectó el charco que se había formado unos metros delante de mí. Un charco compuesto por muchas gotas. Y las gotas saladas volvieron a brotar en mis ojos para deslizarse y correr hacia abajo. Y, como una posible redención que ponía en duda mi ateísmo, vi, detrás de ese charco, una mujer. Con un chubasquero amarillo.
Bordeó el charco, andando como sólo ella sabe, y poco a poco se puso enfrente de mí.
- Hola - me dijo. No estaba expresiva, pero tampoco cerrada.
- Hola - le dije, intentando disimular mi sorpresa.
Nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos durante eternos segundos. Estábamos pensando en lo que le dije, claro. Y en cómo se lo dije.
- Perdona por lo de antes, en serio - dije, indignado conmigo mismo.
- No tienes que disculparte. Esas cosas no se perdonan - dijo ella. Me pareció algo muy ambiguo - Mañana me iré a casa de mi hermana - esa afirmación me aclaró la ambigüedad.
- ¿Por cuánto tiempo? - pregunté tras asimilarlo.
- Tiempo indefinido - me dijo con una voz que era la suya, pero la escuchaba de otra manera - Te ayudaré con el alquilar por si no te llega - se ofreció.
- Gracias... - esa muestra de gratitud en tales momentos me hizo ver, una vez más, la clase de persona que era, y sigue siendo. - ¿Cómo has sabido que estaba aquí? - hice esta pregunta mirando el charco cercano.
- ...¿No te acuerdas de que me lo dijiste mientras salías de casa? - ella levantó las cejas, algo sorprendida.
- ...¿Decir qué? - cuestioné, amnésico.
- ...Que te ibas a este parque. Cuando dejé de llorar pensé en que me pareció significativo que vieneses aquí, tanto tiempo después - dijo mirando a mi mojada chaqueta.
- ¿Lloraste mucho? - le pregunté, preocupado.
- Mucho - contestó ella tras cerrar los ojos un rato.
- Lo siento - dije, nuevamente indignado.
- ¡Deja de decir eso, joder! - en ese momento explotó - ¡Piensa las cosas antes de hacerlas! ¡Eso es lo que tienes que hacer!
- Sólo estaba frustrado y... - cada vez yo hablaba más bajo.
- ¿Frustrado? ¿Y por eso me dices lo que peor me ha sentado en toda mi vida? ¿Te parece razón suficiente? - cada vez ella hablaba más fuerte.
- No. Para nada.
- Pero claro, como eres muy sensible e irascible, tengo que joderme, ¿no?.
- Siento ser así, pero no creo que vaya a cambiar. Veo normal que te vayas. Es mi carga, no la tuya. Haces bien - le dije, mirándola a los ojos. Con los míos muy abiertos.
Me miró a la cara. No a los ojos, sino a todas las partes de la cara. No sé si estaba recordanado algo bueno de mí. Durante un leve instante, sonrió con auténtica PASIÓN por la felicidad. Se olvidó del charco después de darse media vuelta, tras acariciarme una mejilla. Y pisó el charco. Sacó su pie izquierda de él, y prosiguió su camino lejos de mí. Y lejos del banco, se giró y me dijo:
- Voy a hacer la cena. Ven pronto. Luego haré las maletas.
Y siguió alejándose. No sé mojó el pie. Tenía botas para la lluvia. Parecía una auténtica marinera. Y yo un pobre pez ahogándose en un charco. Las gotas, otra vez.
FIN